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PRIMERA TEMPORADA 2023. OFUNAM
Programa  11.

D’un soir triste

      Lili Boulanger (1893-1918)

Transitoires          ESTRENO EN MÉXICO

     Gérard Grisey (1946-1998)

Sinfonía 7 en la mayor, Op. 92

     Ludwig van Beethoven (1770-1827)

    

Sylvain Gasançon, director titular

1 de abril, 2023.      20:00 horas

2 de abril, 2023.      12:00 horas

Sala Nezahualcóyotl. CCU

$240.00       $160.00       $100.00

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PRIMERA TEMPORADA, Programa 11. Boulanger, Grisey, Beethoven.

Programa 11. 

Boulanger, Grisey, Beethoven.

Llega a su fin la Primera Temporada del presente año de la OFUNAM con un extraordinario programa que tendrá distintos atractivos, por una parte, el exitoso cierre del #FocoFrancia con 2 obras poco conocidas: D’un soir triste de Lili Boulanger, y Transitoires de Gérard Grisey; y para finalizar la siempre majestuosa y alegre Séptima Sinfonía de Ludwig van Beethoven. Vaya programa que nos espera, y todo bajo la dirección de su titular, el Maestro Sylvain Gasançon.

LILI BOULANGER (1893-1918). D’un soir triste. Duración aproximada: 12 minutos.  

Lili Boulanger, compositora francesa, desde muy pequeña demostró sus aptitudes musicales, su abuela fue cantante, su padre compositor y su hermana Nadia compositora y pedagoga. Sus primeras clases de piano las recibió de Gabriel Fauré. Ingresa al Conservatorio donde recibe clases de composición de Paul Vidal y Georges Caussade.

En 1912 recibe el premio “Prix de Rome”, por su obra Faust et Helene, siendo la primera mujer en obtener tan distinguido galardón. En 1914 fundó el Comité Francoamericano del Conservatorio Nacional, una organización encargada de dar apoyo moral a los músicos combatientes en la Gran Guerra, para mantenerlos comunicados entre ellos y de ayudar a sus familias.

Bartók (pronúnciese Bartók. En el húngaro sus acentos indican duración y sonoridad, no la fuerza de sílabas como en español) realizó vastos estudios de campo del folclor de los pueblos balcánicos, paralelamente a Zoltán Kodály, recorriendo poblaciones de la región y transcribiendo cantos y danzas, que armonizaba para sus interpretaciones futuras en forma académica. Traducciones que Bartók utilizaría en su propia música, literalmente o con imitaciones.

Fue una referencia para compositores como Messiaen o Honegger. Las obras y el trabajo que hoy conocemos de Lili se mantuvieron y perduraron gracias a la labor que realizó su hermana Nadia, quien se encargó de darlas a conocer, aunque muchas de ellas se perdieron o fueron destruidas por la propia compositora, y de otras sólo quedan los bocetos.

Poco antes de fallecer, entre la primavera de 1917 y en enero de 1918, compuso dos obras que reflejan el estado de ánimo de la compositora, D'un soir triste y D'un matin de printemps (La cual escuchamos en el primer programa de la presente temporada). Curiosamente y, a pesar de sus caracteres opuestos (sombras y luz), ambas piezas comparten el mismo ritmo de tres tiempos, el mismo color armónico modal y el mismo tema melódico. Boulanger las orquestó poco después de que las escribiera. Estas fueron las últimas obras que pudo escribir sin la ayuda de su hermana Nadia.

Gary Galvan escribe al respecto: “La obra parece reflejar un oscuro presentimiento a medida que avanza, como un canto fúnebre. Las disonancias modernas contemporáneas y las expansiones dinámicas transmiten una desesperación emocional, y la complejidad orquestal de los ritmos cruzados, los colores instrumentales y las exuberantes cuerdas divididas desmienten su tierna edad”.

Para finalizar el ciclo #FocoFrancia la OFUNAM interpreta esta maravillosa obra de una gran compositora a la que forzosamente tenemos que mirar y, sobre todo, disfrutar de su música.

En 1913, Lili Boulanger se convirtió en la primera mujer en ganar el Prix de Rome... aunque los jueces no pudieron soportar dejarla disfrutar sola del honor. Así también otorgaron el primer premio ese año a Claude Delvincourt"

Lizzie Davis, acerca de Lili Boulanger

“Lili tenía 24 años cuando escribió Pie Jesu. Le dictó la pieza a su hermana, Nadia Boulanger, desde su lecho de enferma. El texto le pide a Jesús que conceda a alguien el 'descanso eterno'"

Lizzie Davis, acerca de Lili Boulanger

GÉRARD GRISEY (1946-1998). Transitoires. ESTRENO EN MÉXICO. Duración aproximada: 21 minutos.

Gerard Grisey está considerado como uno de los más importantes compositores de la Música llamada contemporánea. Influenciado, en un principio, por Scelsi y Ligeti y por Stockhausen, lo que le permitió convertirse en el mayor artesano de la escuela espectral francesa.

Obra escrita entre 1980 y 1981, es la quinta de un ciclo llamado Espacios acústicos. Su estrenó se llevó a cabo el 5 de octubre de 1981 en la Bienal de Venecia, Italia, con la Orquesta Sinfónica de Sicilia bajo la dirección de Gabriele Ferro.

Grisey contempla el ciclo con distintas obras que buscan que distintas secciones destaquen, así en Prólogo y Períodos son las cuerdas, en Partiels las maderas y para Modulaciones los metales. Transitoires, con su escritura rítmica, pone a prueba al director ya la orquesta.

El propio compositor escribió acerca de su obra:

 

“A través de su amplio campo acústico, Transitoires, y posteriormente Epílogo, dan cuenta de lo que estaba latente en las demás piezas del ciclo de Espacios Acústicos: se quita el filtro, se dilata el tiempo, los espectros estallan hasta el armónico 55, a partir de verdaderas polifonías espectrales se distribuidos por todo el espacio sonoro. Encontramos en esta pieza el mismo material, los mismos campos de fuerza ya veces los mismos procesos que en las obras anteriores. Por lo tanto, se hace un uso muy extenso de los eventos que aparecen por primera vez en Partiels, pero la curva melódica de Prologue también está ahí, al igual que las distorsiones de Periods, y los espectros filtrados de Modulaciones. Memoria, resurgimiento y explosión, Transitoires revela los aspectos insospechados del material y lo completa en una melodía primigenia, una suerte de nana citada de Prólogo".

Sin lugar a dudas una obra que nos sorprenderá, una propuesta afín al espectralismo francés.

 

“La sensualidad y el rigor del artista se unieron para formar el género musical conocido como espectralismo"

Jeffrey Arlo Brown, acerca de la música de Gérard Grisey

Veo los sonidos como rayos de fuerza orientados en el tiempo, infinitamente móviles y fluctuantes'"

Gérard Grisey

LUDWIG VAN BEETHOVEN (1770-1827). Sinfonía núm. 7 en la mayor, Op. 92 Duración aproximada: 36 minutos.

Beethoven transformó el género sinfónico y lo convirtió en el más relevante de todos los géneros de la música. Después de que Haydn estableciera la estructura definitiva y las formas de su desarrollo, Mozart aportó a la sinfonía una madurez y originalidad dentro de los cánones clásicos. Pero Beethoven le dio a la sinfonía una libertad de desarrollo y una expresividad e intensidad como no la había conocido la música hasta entonces. Beethoven abrió las puertas hacia nuevos caminos, cuya influencia llega incluso hasta nuestros días.

Cuando hoy nos molesta que el público aplauda entre movimientos, no podemos imaginar aquellos tiempos en que si un movimiento gustaba mucho el público aplaudía, incluso en cada movimiento de una obra (así lo cita Mozart en alguna carta) o pedía la inmediata repetición de dicho pasaje. Menos aún podríamos imaginar que estuviera anunciada alguna sinfonía de Beethoven, por ejemplo, la Cuarta o la Octava o cualquier otra y que, como el Allegretto de la Séptima Sinfonía ya había llegado a ser muy popular, se tocara en lugar del segundo movimiento de la sinfonía en turno.

Ludwig van Beethoven es el compositor por excelencia para todos los públicos. Sin olvidar la trascendencia de Johann Sebastian Bach o la belleza y perfección sin par de Wolfgang Amadeus Mozart, el gran compositor alemán es tal vez, el único que ofrece una garantía de reunir a una multitud de melómanos cuando se programan sus sinfonías y conciertos, pues el público no se cansa de escuchar sus grandes obras. Por supuesto, esta preferencia no llega a ese nivel cuando se trata de la obra no sinfónica, es decir, de la variedad de música de cámara, géneros vocales y corales, aunque la obra pianística si llega a públicos más numerosos.

La expresividad de sus temas, la grandilocuencia épica, la complejidad con que desarrolla sus melodías, en comparación con sus contemporáneos y la sonoridad que logró en la orquesta clásica, son algunas de las características e innovaciones que hicieron de Beethoven el primero de los compositores del Romanticismo, en tiempos en que el Clasicismo aún imponía sus reglas.

Sin duda, la Sinfonía núm. 7 en la mayor, Opus 92 es una de las cuatro o cinco más gustadas entre todas sus sinfonías. Aquella que fue calificada por Wagner como “la apoteosis de la danza” es una sinfonía modélica, con temas que pronto se quedan en la memoria musical del oyente, con su primer movimiento exuberante y grandioso, el segundo evocador y nostálgico, el Scherzo lleno de ímpetu rítmico y el movimiento final, desbordante de energía vertiginosa, que pareciera no poder detenerse una vez comenzado. Escuchar la Séptima Sinfonía de Beethoven cada vez que se interpreta en concierto es una experiencia inolvidable.

Sorprende saber que Beethoven la comenzó a desarrollar desde 1806, es decir, cuando trabajaba en la Cuarta sinfonía y otras obras. Sin embargo, fue hasta los primeros meses de 1812, casi seis años después, cuando Beethoven se dedicó de lleno a escribir esta obra que ya estaba toda concebida en su mente. También sorprende saber que una obra que se siente tan espontánea haya pasado por una lenta y meticulosa elaboración y depuración de su estructura y de sus temas, además de poseer esos detalles que hacen que casi cada creación suya sea una obra perfecta.

La Séptima Sinfonía fue estrenada en Viena, el 8 de diciembre de 1813, en un concierto público en la Universitätsaal, y en este caso, el beneficio económico del concierto no fue, como era usual, para Beethoven o para el compositor organizador o en turno, sino para los soldados austriacos y bávaros heridos en la batalla de Hanau contra Napoleón.

La única excepción respecto al estreno público en un teatro de Viena, había sido la Sinfonía Heroica, la cual se tocó primero en el palacio del Príncipe Lobkowitz o, como describe la excelente película Eroica de Simon Cellan Jones -que recomendamos ampliamente buscarla por todos los medios-, en un “ensayo general con público” en dicho palacio, que estuvo a punto de ser caótico, por la entrada y salida de Beethoven y de otros personajes entre los músicos mientras tocan -de pie a la usanza de la época-, las pláticas de los presentes a pesar de la música, incluso Beethoven confesándole su sordera a su alumno Ferdinand Ries y enterándose del rechazo amoroso de una de sus amantes y de los intentos imperiales de Napoleón, hasta entonces dedicatorio de la obra (mientras en la banda sonora escuchamos una interpretación completa y continua de la sinfonía, dirigida por John Eliot Gardiner y su Orchestre Revolutionnaire et Romantique).

Con certeza, desde su estreno público la Séptima Sinfonía fue aceptada de inmediato y en esa primera audición su movimiento más conocido, el maravilloso Allegretto central, tuvo que ser repetido. Como las orquestas de ese tiempo eran organizadas para la ocasión (de cuya calidad real siempre nos quedará la duda), en dicha ocasión tocaron en la orquesta, entre otros músicos famosos, compositores como Salieri, Giuliani, Romberg, Moscheles, Hummel, Meyerbeer, Dragonetti y Spohr; aunque la razón para la presencia de éstos fue más bien de índole política, porque el programa incluía La batalla de Vitoria, que hoy conocemos como La Victoria de Wellington, y por esos días, la claudicación de Napoleón como dominador de Europa era inminente después de varias derrotas trascendentales. Esa obra y su connotación revolucionaria desvió un poco la atención sobre la Séptima Sinfonía que, a pesar de ello, gustó mucho y pronto comenzó a ser repetida por varias ciudades de Alemania, y después, fuera de sus fronteras. La popularidad de la obra y sobre todo del segundo movimiento fueron tales, que, como ya mencionamos, se supo de “ejecuciones” de otras sinfonías de Beethoven en las que ¡se intercalaba el Allegretto de la Séptima en lugar del movimiento lento correspondiente!

En la Sinfonía núm. 7 en la mayor, Opus 92 de Beethoven, sus hallazgos e innovaciones son de nuevo de índole expresiva y de expansión temática. Por ejemplo, la Introducción al Primer movimiento es una de las más extensas del compositor, antes de dar paso al desarrollo principal del movimiento, de excepcional belleza y cuyo ímpetu sostiene la estructura clásica de forma sonata y cuya fuerza rítmica parece anunciar lo que aún está por venir: una verdadera oda musical a la belleza, a la vida y a la danza.

Sin embargo, el reposado Allegretto pareciera interrumpir el poder musical establecido en el Primer Movimiento. La luminosa alegría que domina el resto de la obra cede su lugar a la nostalgia, la meditación y a dos bellos temas entrelazados, plenos de melancolía, entre los más hermosos de Beethoven y que se desarrollan pausadamente, con un ritmo andante que pareciera avanzar con dolor.

Nuevamente Beethoven impone un scherzo rotundo, una danza vertiginosa que nos recuerda que es la “sinfonía de la danza”, aunque Beethoven la interrumpe sorpresivamente para introducir una especie de calmado canto místico. Ambos temas, el veloz danzante y el melódico canto religioso se alternan varias veces, hasta que el movimiento termina con unos acordes determinantes y firmes que preparan el inicio del sorprendente final de la Sinfonía.

Mucho se ha escrito del último movimiento de la Sinfonía núm. 7, pero todos coinciden en calificativos como “una orgía de ritmos” “un frenesí de danzas” y “una pasión desenfrenada”. Ninguna descripción será suficiente. El movimiento avanza avasallador, apenas con algunos momentos de pausa, que permiten recomenzar con más brío.

Es imposible resistirse a uno de los momentos más originales de Beethoven. Desde su estreno, múltiples músicos y críticos expresaron sus alabanzas al poderío rítmico de la obra y de sus alcances dancísticos. Wagner fue quien la bautizó como la “apoteosis de la danza”. Previo al desenfado y al humor de su futura Octava, la Séptima Sinfonía deslumbra por su alegría y vitalidad. Atrás pareció quedar la crisis existencial del compositor, pues al menos durante tres sinfonías (6ta. a 8va.) no hay luchas ni tormentos. Sin embargo, la vida de Beethoven continuaba siendo difícil. Más allá de todas sus dificultades, su inexplicable música tan alegre y exaltada es producto de su original grandeza creativa.

La OFUNAM interpretó la siempre vigorosa e impactante séptima sinfonía por primera vez el 29 de mayo de 1940, en el Anfiteatro Simón Bolívar. Algunas de las destacadas personalidades que la han dirigido son: Hans Kindler, José F. Vásquez, José Ives Limantour, Edouard van Remoortel, Eduardo Mata, Carlos Chávez, Carl Melles, Ljubomir Romansky, Armando Zayas, Jorge Velazco, Ronald Zollman, Kenneth Montgomery, Lawrence Leighton Smith, David Gueringas, Gabriel Chmura, Zuohuang Chen, Daniel Boico, Iván López Reynoso, Avi Ostrowsky, José Guadalupe Flores y Massimo Quarta.

"Altero algunas cosas, elimino otras, y trato de nuevo hasta que me siento satisfecho. Entonces empieza el trabajo neutral sobre ese material, en sus aspectos de amplitud, altura y profundidad"

Ludwig van Beethoven

“La Séptima sinfonía de Beethoven es la alegría, que con una omnipotencia orgiástica nos lleva a través de todos los espacios de la naturaleza, de todas las corrientes y los océanos de la vida, dando voces de alegría y consciencia, por donde caminamos al ritmo audaz de esta danza humana de las esferas. Esta sinfonía es la apoteosis de la danza, la mejor realización de los movimientos corporales en forma ideal”

Richard Wagner, refiriéndose a la 7ª Sinfonía de Beethoven

NOTAS: Roberto Smith

Sinfonía 7 de Ludwig van Beethoven , por Luis Pérez Santoja

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Sylvain Gasançon, director titular

Sylvain Gasançon ocupa el cargo de director titular de la Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM) desde enero de 2023. Nacido en Metz, Francia, estudió violín en su país natal y ofreció sus primeros conciertos a una edad muy temprana. Posteriormente se graduó del Conservatorio Real de Bruselas con Endre Kleve. Estudió dirección orquestal con Jean-Sébastien Béreau, Gerhard Markson, Gianluigi Gelmetti, Pinchas Zukerman y Jorma Panula en Salzburgo, Siena, Ottawa, Lausanne y San Petersburgo. Se tituló del Conservatorio Nacional Superior de Música de París y obtuvo un título de maestría en musicología de la Universidad de París. Fue ganador del Primer Premio Internacional Eduardo Mata de Dirección de Orquesta en México (2005, con la OFUNAM) y el Segundo Premio del Concurso Internacional Jorma Panula en Finlandia (2006). Ha dirigido orquestas en países de América, Europa y Asia, como la Orquesta Sinfónica Portuguesa, la Filarmónica de Magdeburgo, la Sinfonia Rotterdam, la Filarmónica de Hong Kong, la Filarmónica de Buenos Aires, la Orquesta del Estado de São Paulo y las orquestas sinfónicas nacionales de México, Argentina, Colombia y Chile.

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