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SEGUNDA TEMPORADA 2024. OFUNAM
Programa 3. Foco Austria
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Anton Bruckner (1824-1896)

     Sinfonía núm. 7 en mi mayor

    

    

   

 

Katharina Wincor, directora huésped

20 de abril, 2024.      20:00 horas

21 de abril, 2024.      12:00 horas

Sala Nezahualcóyotl. CCU

$240.00          $160.00          $100.00

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SEGUNDA TEMPORADA, Programa 3. Foco Austria.

Programa 3. Foco Austria

Anton Bruckner, la séptima sinfonía

¡Empecemos a celebrar los 200 años del nacimiento del extraordinario compositor austriaco Anton Bruckner! La Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (OFUNAM) se enorgullece en presentar la majestuosa Sinfonía núm. 7, dirigida por la talentosa Katharina Wincor. Esta obra maestra del repertorio sinfónico, caracterizada por su profundidad emocional y su poderoso impacto sonoro, promete transportarnos a un mundo de belleza y grandeza musical.

ANTON BRUCKNER (1824-1896). Sinfonía núm. 7 en mi mayor. Duración aproximada: 65 minutos.

El ilustre compositor austriaco del siglo XIX, Anton Bruckner, ha dejado un legado musical de profunda trascendencia a través de sus monumentales sinfonías y obras religiosas. Desde el punto de vista musical, se distingue por su enfoque sinfónico, fusionando elementos románticos con una arraigada influencia del contrapunto barroco. Sus sinfonías se caracterizan por su vastedad, densidad armónica y el uso imponente del sonido orquestal, creando paisajes sonoros emotivos y expansivos. Socialmente, Bruckner refleja la espiritualidad y el fervor religioso de su época, particularmente palpable en sus obras corales y sinfónicas, que a menudo adquieren una dimensión trascendental. Su dedicación a la música sacra también revela su profunda fe católica y su estrecha vinculación con la tradición musical eclesiástica. Aunque su estilo fue incomprendido en vida y objeto de críticas, su música ha obtenido reconocimiento póstumo y se ha convertido en una influencia destacada en la música sinfónica posterior. Bruckner refleja además la evolución cultural de su tiempo, desde el apogeo del romanticismo hasta la creciente influencia de la música programática. Su legado perdura como una poderosa expresión de la búsqueda espiritual y la grandeza sonora en la música clásica.

¿EL OTRO SINFONISTA MÁS IMPORTANTE DEL SIGLO XIX?

Anton Bruckner es ampliamente reconocido como uno de los sinfonistas más destacados del siglo XIX, solo superado por Ludwig van Beethoven en importancia. Aunque Johannes Brahms, autor de cuatro notables sinfonías, ocupa también un lugar prominente en este período musical, su enfoque difiere significativamente del de Bruckner. Mientras Brahms mostró un profundo respeto por las convenciones clásicas, inspirándose principalmente en Beethoven y evitando una innovación radical, Bruckner se destacó por su audacia en la exploración de nuevas formas y conceptos musicales. A pesar de su admiración por Beethoven, Bruckner se aventuró hacia territorios vanguardistas, en contraste con la actitud más conservadora de Brahms. La incompatibilidad de Brahms con las ideas wagnerianas también influyó en su enfoque más tradicional. En resumen, mientras Brahms se aferró a las convenciones clásicas, Bruckner mostró una disposición más audaz hacia la innovación, estableciéndose como una figura seminal en el desarrollo de la música sinfónica del siglo XIX.

Bruckner, por el contrario, se basó en los logros innovadores de su admirado Beethoven en el ámbito sinfónico. Sin embargo, entendió que una forma de rendir homenaje a este legado era partir también de los principios clásicos de la sinfonía y llevarlos a su máximo potencial, tal como lo había hecho Beethoven, primero con su Sinfonía Heroica y luego con la Novena Sinfonía. Es importante señalar que otro pilar fundamental en el mundo sinfónico de Bruckner surgió de su profunda admiración por otro de los grandes compositores del siglo XIX, Richard Wagner. De Wagner, Bruckner absorbió tanto su innovación en el campo sonoro y orquestal como la amplitud de sus temas y desarrollos musicales. Esta influencia contribuyó significativamente a la singularidad y la expansividad de la obra sinfónica de Bruckner.

La música de Bruckner, a pesar de su grandiosidad aparente, refleja la obra de un hombre de profunda sencillez y virtud, proveniente de un trasfondo campesino, introvertido e inseguro, con una autoestima notablemente baja. Esta característica se manifiesta en las numerosas revisiones que realizaba en algunas de sus composiciones, influenciado por los consejos de sus allegados, lo cual contrasta notablemente con la magnificencia de su música.

Asimismo, la obra de Bruckner refleja su intento de alabar al Creador. Si bien muchos oyentes encuentran similitudes entre los temas nostálgicos de Bruckner y los de Gustav Mahler, la experiencia musical que Bruckner transmite es de naturaleza mística y profundamente religiosa. A diferencia de Mahler, Bruckner busca expresar en su música una espiritualidad trascendental que puede ser apreciada tanto por su valor intrínseco como por su contenido extra-musical.

A pesar de las dificultades amorosas que marcaron su vida, manifestadas en numerosos intentos fallidos de establecer relaciones sentimentales, incluyendo propuestas de matrimonio que resultaron infructuosas, en la melancolía de las grandes melodías de Bruckner raramente encontramos una expresión directa de esa insatisfacción amorosa.

Sin embargo, dado que Bruckner emplea recursos musicales tradicionales tanto en la estructura sinfónica como en los aspectos armónicos y melódicos, surge la pregunta sobre por qué algunos encuentran tan desafiante escuchar su música y conectarse con su riqueza musical. ¿Cuáles son los elementos con los que podemos relacionar o identificar la música de Bruckner?

LOS ELEMENTOS MUSICALES DE BRUCKNER:

LA MÚSICA: Cada sinfonía de Bruckner, incluso en sus respectivos scherzos, exhibe una alternancia constante entre momentos altamente líricos y solemnes y otros rápidos y enérgicos. Con frecuencia, la música se inspira en los campos y danzas regionales de Austria.

LA ESTRUCTURA: La estructura de las sinfonías de Bruckner sigue el modelo tradicional establecido por el clasicismo del siglo XVIII. Sin embargo, Bruckner infunde un enfoque personal que, aunque parece seguir convenciones tradicionales, constantemente presenta elementos inusuales para la época en ese género. Esta distinción se manifiesta claramente en su diferenciación con Brahms. Mientras que en la forma sonata de Haydn y Mozart se trabajaba con dos temas por movimiento, que se desarrollaban y re-exponían, Bruckner introduce un mínimo de tres temas completos por movimiento, que son extensos y complejos, lo que puede dificultar la comprensión en las primeras audiciones. Aunque en su tiempo se consideraba a Bruckner como un autor muy "moderno" que desafiaba las convenciones establecidas, en retrospectiva se comprende que no fue así, ya que los verdaderos modernistas del post-romanticismo apenas estaban surgiendo. La historia de la música está repleta de ejemplos similares, demostrando que la música rara vez es apreciada en su tiempo y que a menudo se rechaza lo nuevo y diferente.

La LENTITUD. Es común que se tenga la sensación de que una sinfonía de Bruckner es predominantemente “lenta”. Si bien es indiscutible que mucho del ritmo o pulso está marcado como lento, si escuchamos con atención muchos pasajes de una de sus sinfonías, puede advertirse que detrás de una melodía lenta, hay un contrapunto temático o un ritmo de acompañamiento que incluye “muchas notas”, es decir, que es relativamente más movido, pero que “se siente” como si se tratara sólo de un pasaje lento.

LOS GRANDES ADAGIOS: Los grandes adagios, notablemente influenciados por la estética wagneriana, representan una faceta destacada de la música de Bruckner. Estos movimientos adagio, de una expansividad notable en sus temas y desarrollos, son una característica recurrente en prácticamente cada una de sus sinfonías. En muchos casos, estos adagios pueden ser tan extensos como una sinfonía completa del período clásico o romántico del siglo XIX. Es importante destacar que estos adagios han servido como fuente de inspiración para los grandes adagios de Gustav Mahler, estableciendo un punto en común significativo entre el maestro Bruckner y su alumno Mahler. Esta influencia compartida entre ambos compositores es un aspecto destacado en el análisis de sus respectivos repertorios musicales.

LOS GRANDES SILENCIOS: Estratégicamente colocados, juegan un papel significativo en la música de Bruckner al crear espacios que separan distintos tipos de música o que siguen a culminaciones sonoras destacadas. Estos intervalos de silencio no solo proporcionan un contraste dinámico, sino que también contribuyen a la estructura y al flujo emocional de la composición, permitiendo al oyente reflexionar sobre lo que acaba de escuchar y anticipar lo que está por venir.

LA REPETICIÓN OBSESIVA: De uno o varios temas en cada movimiento es una característica distintiva de la música de Bruckner. Algunos interpretan esta repetición como evidencia de su inseguridad personal y creativa, mientras que otros la ven como una manifestación musical de su obsesión cotidiana por contar o enumerar cosas. Independientemente de la interpretación, esta repetición contribuye a la estructura temática de la obra de Bruckner y refleja su enfoque único hacia la composición musical.

LA ORQUESTACIÓN: Se distingue por su manejo magistral de una orquesta clásica para crear una sonoridad monumental, a pesar de su tamaño convencional. Aunque la orquesta en sus primeras sinfonías se asemeja a las configuraciones pre-wagnerianas, en las últimas obras, Bruckner emplea una sección de metales más abundante, especialmente resaltando los cornos. La alternancia entre pasajes dominados por cuerdas y otros de gran presencia en los metales es una característica notable. Los momentos en los que los metales irrumpen con temas solemnes, como corales, o en un distintivo crescendo que culmina en una explosión sonora, añaden una dimensión dramática y emocional única a la música de Bruckner.

LA MAJESTUOSIDAD DE LAS CATEDRALES: La música de Bruckner ha sido equiparada a la imponente grandiosidad de las catedrales, principalmente debido a la presencia de potentes bloques sonoros de metales. Se emplea frecuentemente el término "sonoridades catedralicias" para describir la imponente resonancia que caracteriza su obra.

LA IMITACIÓN DEL ÓRGANO: Bruckner, reconocido como un hábil organista, realizó destacadas interpretaciones en Francia e Inglaterra, incluso ofreciendo múltiples conciertos en el Royal Albert Hall y el Crystal Palace durante un mismo viaje. Aunque no compuso obras significativas para órgano, su destreza en este instrumento influenció su composición sinfónica. Las improvisaciones en el órgano parecen haber inspirado ideas para sus sinfonías. La orquesta misma, con su densidad y monumentalidad sonora, refleja sutilmente la imitación del órgano, un aspecto que directores y orquestas contemporáneas procuran capturar en sus interpretaciones.

LA NATURALEZA: Los pasajes bucólicos presentes en muchos movimientos, que incluyen el característico "trío" en la parte central de los scherzos, evidencian claramente el profundo amor de Bruckner por la naturaleza. Este tema, ¿acaso no ha sido sentido por algún compositor austriaco?

EL MISTICISMO: Como se ha mencionado anteriormente, el misticismo es una parte intrínseca de la intención y la inspiración detrás de cada nueva sinfonía de Bruckner. La introspección y el carácter íntimo de sus hermosos adagios apuntan hacia una meditación religiosa. Sintiéndose cercano a la muerte, Bruckner traza su camino hacia la divinidad con una dedicatoria de total magnitud: su Novena Sinfonía, dejada inconclusa al morir, está dedicada "Al buen Dios".

LA MELANCOLÍA: Además del innegable misticismo que permea la nobleza y majestuosidad de gran parte de su música, la constante insatisfacción amorosa que marcó su vida podría haber dado origen al carácter de estas melodías. Sin embargo, resulta difícil distinguir unas de otras, ya que están entrelazadas de manera intrincada.

LA GRAN INFLUENCIA DE WAGNER: Bruckner absorbió el estilo de Wagner hasta tal punto que lo internalizó, fusionándolo con su propia identidad musical. Aunque la influencia de Wagner es innegable en la obra de Bruckner, al comparar pasajes orquestales de ambos compositores, se percibe una distinción notable. A pesar de su profunda admiración por Wagner, Bruckner incorporó solo uno o dos temas wagnerianos en su música, aunque en una escala limitada, como se puede apreciar especialmente en el final del Adagio de su Séptima Sinfonía, donde expresa su tristeza ante la muerte del gran compositor.

Y por supuesto están las tubas wagnerianas, que Bruckner incluye en la Séptima Sinfonía y que es usual usarlas en las siguientes sinfonías del autor.

Recordemos en todo caso, que otra influencia indiscutible para Bruckner fue la de Schubert, presente en sus scherzi y en parte de las misas y obras corales con orquesta.

MAHLER Y BRUCKNER: Bruckner y Mahler, dos compositores notables, aunque a menudo se los menciona juntos, presentan diferencias significativas en sus estilos musicales. La asociación entre ambos puede atribuirse a su época compartida, su formación en conservatorios similares y su relativa falta de reconocimiento público en comparación con otros compositores contemporáneos. Sin embargo, sus similitudes terminan ahí. Bruckner se adhiere a una esencia musical clásica, mientras que Mahler incorpora elementos modernos en sus composiciones. Sus armonías divergen considerablemente, al igual que sus enfoques en la orquestación. Aunque ambos comparten la característica de extensos y profundos adagios, sus interpretaciones difieren en concepto y ejecución.

VERSIONES Y EDICIONES: Las diferentes versiones y ediciones de las obras de Bruckner han sido motivo de debate y confusión en la historia de la música. Las discrepancias entre ediciones, como las de Hass o Nowak, así como las numerosas versiones alternativas, han generado incertidumbre entre los estudiosos y los intérpretes. Estas variaciones surgieron debido a la inseguridad que Bruckner sentía hacia su propia música, lo que llevó a cambios en la orquestación, repeticiones e incluso temas, influenciados por las sugerencias de sus amigos. Las ediciones posteriores fueron intentos de varios editores por corregir estas anomalías y ofrecer una versión más auténtica de las obras. A pesar de los esfuerzos de musicólogos y la existencia de la Sociedad Bruckner, aún persisten discrepancias y se continúan elaborando restauraciones de las obras, en un esfuerzo por ofrecer una interpretación más fiel del legado musical de Bruckner.

La Séptima Sinfonía es la más perfecta, la más solemne de sus sinfonías, si bien todas las sinfonías son excelentes y personales, incluso las 4 primeras (2 de ellas sin numerar); la Tercera Sinfonía ya es una obra maestra y la Quinta Sinfonía es la más avanzada en su desarrollo, la más compleja de escuchar, pero con la coda más deslumbrante de todas. Y la Octava Sinfonía y la Novena Sinfonía son diferentes, porque Bruckner ya estaba a las puertas de la eternidad (la de su creencia religiosa y la de la inmortalidad musical).

La composición de esta sinfonía abarcó casi dos años, desde su inicio el 23 de septiembre de 1881 hasta su conclusión el 5 de septiembre de 1883. Su estreno tuvo lugar el 30 de diciembre de 1884 en Leipzig, bajo la dirección de Arthur Nikisch, al frente de la Orquesta de la Gewandhaus, y fue recibida con gran éxito. La obra está dedicada a Luis II de Baviera, reconocido como un destacado mecenas de Richard Wagner. Esta sinfonía destaca por su notable influencia estilística de Wagner, la cual fue asimilada con gran destreza por Bruckner. Aunque la composición ya estaba en proceso antes del fallecimiento de Wagner, el segundo movimiento puede interpretarse como una premonición de su muerte. Por esta razón, la posterior incorporación de elementos wagnerianos, como las tubas y los compases característicos, se fusionan de manera imperceptible en la obra de Bruckner.

Se trata de una de las sinfonías más conmovedoras de Bruckner, integrante de la sublime trilogía de sus últimas obras. Los dos primeros movimientos destacan como ejemplos sobresalientes de la majestuosidad musical característica de Bruckner; son movimientos monumentales que irradian profundidad y emotividad, impregnados de un lirismo conmovedor que oscila entre la nostalgia y el misticismo. Aunque los dos últimos movimientos también exhiben el lenguaje distintivo de Bruckner en términos de amplitud musical y extensión, inicialmente pueden parecer menos grandiosos en comparación con la magnificencia casi inigualable de los dos primeros.

La Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (OFUNAM) presentó esta notable composición por primera vez el 16 de febrero de 1991 en la Sala Nezahualcóyotl, bajo la batuta de David Machado. La ocasión más reciente en la que fue ejecutada tuvo lugar los días 28 y 29 de enero de 2017 en la misma sala, esta vez dirigida por Sylvain Gasançon.

Notas por: Luis Pérez Santoja

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Katharina Wincor, directora huésped.

Originaria de Austria, Katharina Wincor estudió dirección de orquesta en la Universidad de Música y Artes Escénicas de Viena y en la Universidad de las Artes de Zúrich. Ha participado en clases magistrales con Riccardo Muti, Jaap van Zweden, Robert Spano y David Zinman. Atrajo la atención internacional como directora asistente de la Orquesta Sinfónica de Dallas, donde trabajó al lado de Fabio Luisi. En 2020, obtuvo un premio en el Concurso Mahler en Bamberg, Alemania. Además, fue invitada a participar en las clases magistrales de dirección Ammodo, celebradas en los Países Bajos, donde tuvo la oportunidad de dirigir a la Orquesta Real del Concertgebouw bajo la supervisión directa de Iván Fischer. Ha dirigido en festivales de renombre como el Festival de Salzburgo y ha colaborado con importantes orquestas como Sinfónica Alemana de Berlín, la Sinfónica de Seattle, la Orquesta Bruckner de Linz, la Sinfónica de Vancouver y la Sinfónica de la BBC, entre otras. 

Se presentó por primera vez con la OFUNAM el 29 y 30 de octubre de 2022 en el XXIX Festival Universitario de Clarinete FaM - UNAM, dirigiendo obras de Ponce, Copland y Brahms.

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